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Con microorganismos atacan enfermedades y nutren plantas


Hongos o bacterias para el control de enfermedades –o que contribuyan a la nutrición vegetal– han sido probados con éxito en cultivos de arroz, algodón, frutales, hortalizas, caña de azúcar y café.


Producto del trabajo realizado por el grupo “Bioprocesos y bioprospección” del Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.) Sede Bogotá, se adelantó un proyecto que gracias a la biotecnología contribuye a solucionar la baja rentabilidad que perciben los agricultores colombianos.

Así, los microorganismos se convierten en bioinsumos que promueven el crecimiento vegetal mediante la fijación biológica de nitrógeno, producción de fitohormonas, sideróforos o solubilización de fosfatos que se encuentran en los suelos, los cuales resultan ideales para contribuir a la nutrición de la planta.

Al igual que los seres humanos, todos los cultivos necesitan una gran cantidad de nutrientes –como carbono, fósforo y nitrógeno– para controlar las enfermedades. “Cuando existe un perfecto equilibrio en el suelo, la planta satisface sus necesidades por completo, pero el uso intensivo de maquinaria y agroquímicos ha perturbado ese equilibrio destruyendo la microflora y la materia orgánica”, destaca la profesora Nubia Moreno Sarmiento, quien forma parte del grupo de investigadores del Instituto de Biotecnología de la U.N.

Los investigadores buscan aquellos microorganismos que se encuentran en los mismos suelos donde se realizan los cultivos. “Cuando queremos controlar una enfermedad es altamente probable que la solución se encuentre en el suelo o en la planta que la presenta”, destaca la docente, quien cita como ejemplo una enfermedad de tipo bacteriano que se produce en el cultivo de arroz.

En este caso, mediante un proceso que incluye selección y caracterización microbiológica y molecular, los investigadores buscan en plantas enfermas aquellos microorganismos capaces de controlar la afectación, explica la profesora Moreno.

“Actualmente se dispone de técnicas ampliamente utilizadas para la identificación molecular, con el fin de saber con precisión de qué tipo de microorganismos se trata, y cuál es su potencial patogenicidad para cultivos o seres humanos”, afirma. Al respecto, explica que se deben usar microorganismos totalmente inocuos para que “el remedio no termine siendo peor que la enfermedad”.


Después de seleccionar los microorganismos se procede a multiplicarlos en el laboratorio en fermentadores sólidos o líquidos, con el fin de estudiar aspectos relacionados con su patrón de crecimiento, las condiciones ideales para su desarrollo y los nutrientes que necesita.

Posteriormente se formula y se adelanta una primera evaluación en invernadero, para definir en qué época resulta más indicado aplicarlo, qué dosis se requiere y cómo debe ser aplicado.

“Cuando el microorganismo sale de producción está listo para ser utilizado por el agricultor, por eso debemos garantizarle que lo que le entregamos en un envase efectivamente va a tener la actividad que le estamos ofreciendo”, comenta la docente.

“Aunque las respuestas que se encuentran en condiciones de invernadero no son exactamente iguales a las que se tendrán en campo, sí se tendrá un indicativo de su efectividad”, afirma la profesora Moreno.

 “Cuando en el laboratorio se hace una evaluación in vitro es probable que al enfrentar el microorganismo al hongo o a la bacteria que se quiera combatir los resultados sean maravillosos; sin embargo, al pasar al invernadero estos pueden variar por condiciones asociadas con el tipo de suelo y el ambiente similar al que se tendrá en campo”, puntualiza la investigadora.

Los productos han sido probados con muy buenos resultados en cultivos de arroz de los departamentos de Tolima, Meta y Casanare, donde se realizaron estudios encaminados a determinar el tipo de dosis, periodo más oportuno para la aplicación y beneficios asociados con productividad y disminución del empleo de químicos.

La firma Biocultivos S. A., receptora de la transferencia tecnológica, ha validado su uso en cultivos de algodón, frutales, hortalizas, caña de azúcar y café, en procura de mejorar la rentabilidad de este tipo de cultivos.

A la fecha se tiene conocimiento de un incremento en la producción de arroz que fluctúa entre el 5% y el 10%, y una disminución tanto en el uso de químicos como en los costos de producción.

“Desde hace algunos años se realizó la correspondiente transferencia tecnológica y algunos de estos productos se vienen comercializando con éxito en prácticamente todo el país”, destaca la docente, quien añade que “hoy se pueden encontrar en dos presentaciones: líquida (solución concentrada para disolver en agua) y sólida, como polvos mojables, que también puede ser disuelta”.

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